Botella de plástico azul flotando bajo la superficie del agua

Guía de reciclaje

¿Cómo impacta la mala clasificación de los residuos en la contaminación plástica de los océanos?

Según Zero Waste España, cada año se vierten entre 8 y 12 millones de toneladas de plástico en los océanos, procedentes en su mayoría de residuos mal clasificados o abandonados en el entorno. Estos desechos, visibles o diminutos, se acumulan en la superficie, se hunden hacia las profundidades y se fragmentan en microplásticos omnipresentes.

Esta contaminación marina causa estragos en los ecosistemas, contamina la cadena alimentaria, amenaza la biodiversidad y genera un coste ambiental estimado en varios miles de millones de euros al año. En este contexto, la mala clasificación en origen contribuye en gran medida a agravar el problema, ya que todos los plásticos depositados en la fracción resto pueden acabar escapando hacia los ríos y, posteriormente, hacia el mar.

¿Qué entendemos exactamente por «contaminación de los océanos»?

La contaminación plástica marina se refiere a la acumulación de residuos plásticos en mares y océanos, ya sean objetos grandes (botellas, bolsas, redes fantasma) o microplásticos fruto de su fragmentación. Un estudio publicado en PLOS ONE estima en cerca de 300.000 toneladas la masa de partículas plásticas que flotan en el mar, el equivalente a unos 20.000 camiones de basura. También se habla de «sopas de plástico», como en el giro del Pacífico, donde flotan 80.000 toneladas. Los fondos marinos tampoco se libran, ya que estos residuos invaden tanto la superficie como las profundidades. El término abarca, por tanto, contaminación visible e invisible y alude a la persistencia y los daños causados por estos materiales en los entornos marinos.


¿Cuáles son las causas y las consecuencias de esta contaminación?

La contaminación plástica de los océanos tiene su raíz, en gran parte, en tierra firme. Según WWF España, alrededor del 80 % de los residuos plásticos presentes en el mar proceden de fuentes terrestres. El problema se origina en gestos cotidianos incorrectos, errores de clasificación o el abandono de residuos en la naturaleza. Cuando un plástico se deposita en el contenedor equivocado o se tira en la calle, puede acabar en un curso de agua, ser arrastrado por el viento y llegar al océano. Así, una simple bandeja de poliestireno o una bolsa puede terminar en alta mar en pocas semanas.

La situación es todavía más crítica porque la producción mundial de plástico no deja de aumentar. En la actualidad, se fabrican más de 300 millones de toneladas cada año, de las cuales casi la mitad se destina a un uso único. Estos objetos –vasos, envases, bolsas– tienen una vida útil de unos minutos y tardan siglos en degradarse. Los residuos de la pesca, como las redes abandonadas, tampoco se quedan atrás: representan por sí solos cerca del 10% de la contaminación plástica marina.

Las consecuencias son alarmantes. Cada año mueren más de un millón de aves marinas y 100.000 mamíferos marinos por culpa del plástico, ya sea por ingestión o enredos. Tortugas, focas, delfines o albatros se ven gravemente afectados por nuestra negligencia. Paralelamente, los plásticos que se fragmentan en microplásticos contaminan toda la cadena alimentaria marina, hasta los mariscos y pescados que consumimos. Estas partículas pueden contener aditivos químicos, disruptores endocrinos o metales pesados que se acumulan en el organismo humano.

Además de los impactos sobre la biodiversidad y la salud, la contaminación plástica genera un coste económico considerable. Afecta a la pesca, al turismo, a la imagen de los litorales y requiere campañas de limpieza cada vez más caras. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ya estimaba en 2014 que esta contaminación causaba más de 13 000 millones de dólares anuales en daños a los ecosistemas marinos (PNUMA, 2014). No obstante, estudios más recientes elevan aún más esta cifra: en 2025, un informe del Monash Sustainability and Supply Chain Management Forum calcula que los costes económicos globales derivados de la contaminación marina ascienden a unos 19 000 millones de dólares al año, considerando tanto los impactos directos como indirectos sobre sectores como la pesca, el turismo, la salud o la productividad marina (Monash MSMF, 2025).


¿Qué soluciones e iniciativas existen para combatir la contaminación marina?

A escala internacional, continúan las negociaciones de un tratado mundial contra la contaminación por plásticos auspiciado por la ONU, con el objetivo de controlar la producción de plástico, reducir los residuos en origen y organizar una gestión más equitativa y eficaz.

En España se han adoptado ya varias medidas. Desde julio de 2021, los plásticos de un solo uso –pajitas, cubiertos, platos, bastoncillos– están prohibidos en toda la UE, y España lo ha aplicado mediante la Ley 7/2022, de residuos y suelos contaminados para una economía circular. Además, el Real Decreto 1055/2022, de envases y residuos de envases, refuerza la responsabilidad ampliada del productor, impulsa la reducción de envases y fomenta la reutilización. Desde enero de 2023, el impuesto especial sobre los envases de plástico no reutilizables grava los envases de un solo uso y busca incentivar opciones más sostenibles.

La tecnología también ofrece respuestas. Iniciativas como The Ocean Cleanup o Seabins capturan los residuos flotantes en puertos, desembocaduras y ríos antes de que lleguen al mar abierto.

Por último, el cambio de comportamiento ciudadano es esencial. Cada hogar puede:

Numerosas iniciativas ciudadanas –operaciones de limpieza de playas, retos cero residuos, programas educativos en colegios– contribuyen también a esta dinámica, permitiendo no solo retirar los residuos existentes, sino sobre todo cambiar mentalidades.


Conclusión

La mala clasificación de los residuos es un factor clave de la contaminación plástica marina: millones de toneladas de desechos llegan al mar porque no se han separado correctamente. Este fenómeno destruye la fauna, contamina la cadena alimentaria, agrava el cambio climático y genera costes económicos duraderos. Las iniciativas internacionales, nacionales y ciudadanas son fundamentales para invertir la tendencia, pero cada hogar cumple un papel decisivo. La clasificación responsable, la reducción de plásticos de un solo uso y el uso de bolsas compostables Handy Bag ayudan a proteger los océanos.

Sin embargo, más allá de las acciones individuales, sigue planteándose una cuestión central: ¿cómo sensibilizar de forma eficaz a las nuevas generaciones y qué iniciativas existen para que adopten de manera duradera los buenos hábitos de clasificación?

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