Empecemos por una regla sencilla: los huesos de fruta no son residuos como los demás, porque se descomponen mucho más lentamente. Por tanto, no van a los contenedores de reciclaje (amarillo, azul, verde) ni al contenedor de restos (contenedor gris oscuro en España), sino que deben gestionarse de otra forma y por separado.
Si tienes un compostador doméstico o acceso a un compostador comunitario, ¡perfecto! Muchos huesos, como los de cereza o albaricoque, pueden compostarse, aunque conviene triturarlos o romperlos para acelerar el proceso.
Si no haces compost, opta por tirarlos al contenedor de residuos orgánicos (contenedor marrón), siempre que tu municipio disponga de este servicio.
Atención: aunque algunas ciudades aceptan huesos en su recogida de biorresiduos, otras recomiendan no incluirlos debido a su lenta degradación. Infórmate sobre las consignas locales de tu municipio. Y no olvides que ciertos huesos, como los de aguacate, se demoran especialmente en descomponerse. En ese caso, opta por tirarlos al contenedor de restos si no hay compostaje disponible.
En resumen, si no tienes compostador y tu ciudad no recoge la orgánica, piensa en meter estos huesos en tu bolsa de basura compostable, que facilitará su eliminación adecuada si existe recogida de orgánica o compostaje.
Quizá hayas oído que tirar un hueso de fruta a la naturaleza ayuda a que crezca un árbol. Esta creencia, muy extendida, es en realidad una mala práctica.
Aunque el gesto parezca “natural”, es poco probable que el hueso germine y prospere en condiciones tan adversas. Además, este hábito contribuye a la basura en el entorno y puede favorecer la propagación de especies que no son autóctonas, e incluso de variedades híbridas. En lugar de tirarlos a la naturaleza, mejor llévalos de vuelta a casa para compostarlos o tirarlos correctamente. Para saber más, por qué no se pueden repoblar los montes lanzando semillas de fruta (y hacerlo puede diseminar enfermedades).
¡Buenas noticias! Los huesos de fruta no siempre tienen que acabar en la basura. Con un poco de imaginación, puedes reutilizarlos de forma ingeniosa y ecológica.
Los huesos de cereza, limpios y bien secos, son ideales para elaborar cojines térmicos secos. Colócalos en una bolsita de tela y ciérrala con cuidado.
Efecto frío: guárdala en el congelador y utilízala para calmar pequeñas inflamaciones.
Efecto calor: calienta unos segundos en el microondas para un remedio natural y reutilizable.
Los huesos de albaricoque se pueden transformar en un exfoliante suave para el rostro. Tras blanquearlos (escaldarlos brevemente) y secarlos, tritúralos hasta obtener un polvo fino.
Mezcla este polvo con un poco de aceite vegetal (por ejemplo, de albaricoque), o con tu crema hidratante para crear un exfoliante casero. Aplícalo con movimientos circulares suaves, evitando el contorno de los ojos.
Enjuaga con agua tibia y disfruta de una piel más suave. ¡Recuerda que la exfoliación debe ser moderada y adaptada a tu tipo de piel!
Tirar los huesos de fruta en el contenedor adecuado, preferentemente el de residuos orgánicos, si está disponible o reutilizarlos es un gesto sencillo que reduce el volumen de residuos y contribuye a un mejor tratamiento de los biorresiduos. Ya sea convirtiéndolos en compost o dándoles una nueva vida en casa, cada pequeño gesto cuenta. Y, por favor, evita tirarlos por la ventana del coche o en la naturaleza.
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