El término "biorresiduo" designa el conjunto de desechos orgánicos de origen vegetal o animal que son naturalmente biodegradables. En otras palabras, son residuos que pueden descomponerse por la acción de microorganismos. Se distinguen dos grandes categorías de biorresiduos:
Atención, no todo lo que es “natural” es necesariamente un biorresiduo valorizable en casa: los residuos de origen animal (como carne o pescado) no siempre se aceptan en las compostadoras individuales; lo mismo ocurre con los excrementos de mascotas, que jamás se admiten en el compost (a diferencia del estiércol, que a menudo se valora como enmienda orgánica en el ámbito agrícola). Para conocer la diferencia completa entre lo que se puede compostar y lo que no, consulta nuestra guía completa sobre el compost.
Valorar los biorresiduos significa darles una segunda vida útil. Dos grandes soluciones se ofrecen a los ayuntamientos y a los particulares: el compostaje y la metanización.
El compostaje, en primer lugar, es el más conocido. Puede ser individual (en una compostadora de jardín o un lombricompostador de apartamento) o colectivo (al pie de la manzana o en el barrio). Permite transformar los biorresiduos en compost, una enmienda natural rica, útil para plantas, huertos o zonas verdes.
La metanización, por su parte, es una solución industrial. Los biorresiduos se introducen en digestores, privados de oxígeno, donde fermentan. Este proceso produce biogás, utilizado como fuente de energía (calefacción, electricidad o combustible), y un residuo llamado digestato, que puede enriquecer los suelos agrícolas.
Reciclar los biorresiduos no es solo una buena idea: es un gesto ambiental esencial. Estos desechos representan cerca de un tercio de nuestra basura ordinaria. Cuando se mezclan con la basura convencional, terminan incinerados o enterrados, lo que genera emisiones de gases de efecto invernadero y desperdicia un recurso valioso.
Al reciclarlos correctamente, reducimos la cantidad de residuos a tratar, aligeramos los costes de gestión de residuos para las administraciones y evitamos la contaminación vinculada a su mal tratamiento. Además, producimos localmente energía o compost, útil para la agricultura y la jardinería.
Desde el 1 de enero de 2024, la recogida selectiva de biorresiduos en origen es obligatoria para todos los particulares, conforme a la Ley 7/2022, de 8 de abril, de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular. Esto significa que cada hogar debe disponer de una solución para sus residuos orgánicos: compostadora, recogida separada o punto de entrega voluntaria.
El objetivo es claro: generalizar la separación en origen para lograr una valorización máxima de los residuos orgánicos, reduciendo nuestro impacto ambiental. Las administraciones locales son responsables de poner en marcha soluciones adaptadas a sus habitantes. Algunas ya ofrecen contenedores marrones específicos, compostadoras subvencionadas o puntos de recogida compartidos.
Los biorresiduos no son como cualquier otro desecho. Bien separados, se convierten en recursos para nuestros jardines, campos o incluso nuestras redes energéticas. El error más común es tirarlos con la basura doméstica, sin separación, lo que impide su valorización y empeora nuestra huella ecológica.
Por suerte, las soluciones no faltan: compostadora de apartamento, compostaje colectivo, o incluso lombricompostaje. Solo te falta hacerte con tu bolsa biodegradable y encontrar la opción que mejor se adapte a tu estilo de vida.
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