TRUCOS Y CONSEJOS
Proteger el medioambiente es un reto de nuestra época, en el que cada uno debe participar, incluidos los más jóvenes. Desde la infancia, se puede aprender a proteger el medioambiente gracias a pequeños gestos cotidianos. Al comprender el efecto concreto de sus acciones, los jóvenes adoptan más fácilmente hábitos respetuosos con la naturaleza. Según una encuesta mundial publicada en The Lancet, cerca del 70% de los jóvenes (16-25 años) se declaran «extremadamente» o «muy» preocupados por el cambio climático.
Transmitir los buenos gestos de residuo cero a los niños pasa primero por el ejemplo. Los más pequeños aprenden muchísimo por mimetismo: si ven a sus padres clasificar, reutilizar o evitar el despilfarro, tenderán de forma natural a reproducir estos comportamientos en el día a día. Por ejemplo, optar por bolsas de papel compostables para poner en marcha un compost en casa puede ser un buen hábito que transmitir a los hijos.
La organización de la casa también puede convertirse en un verdadero aliado. Instalar tus bolsas de basura con autocierre en cubos de clasificación a la altura de los niños, usar pictogramas o colores para diferenciar los residuos, o incluso transformar la clasificación en un pequeño desafío lúdico («¿quién encontrará el cubo correcto?»): todos estos trucos hacen que el aprendizaje sea concreto y divertido. Del mismo modo, optar por bolsas reutilizables (bolsa de tela o de lona) antes de ir a hacer la compra, o elegir fiambreras para el almuerzo sin plástico de un solo uso, puede convertirse rápidamente en un ritual positivo
La transmisión también pasa por el imaginario. Las historias y las imágenes dejan huella: una película de animación como Wall-E ilustra las consecuencias del hiperconsumo. También se pueden proponer actividades creativas, como fabricar objetos a partir de materiales recuperados u organizar un taller de «arte reciclado», para dar una segunda vida a los residuos.
Combinando el ejemplo, la organización del día a día y el universo lúdico o artístico, los padres ofrecen a los niños no solo hábitos duraderos, sino también una comprensión motivadora de la protección del medioambiente.
Por todas partes, iniciativas ingeniosas hacen del residuo cero y de la protección de la naturaleza una aventura compartida. Entre estas numerosas iniciativas:
Sensibilizar a los jóvenes al residuo cero no es imponerles reglas, sino mostrarles cómo sus gestos pueden tener un impacto. Cuando un niño composta o clasifica los residuos, aprende a respetar la naturaleza y a comprender el papel de sus acciones cotidianas. Y eso tiene un impacto mucho más amplio que la cocina de casa. Cada envase evitado, cada planta respetada, es también una parcela de océano salvada. Porque de nuestras basuras a nuestros ríos, luego a nuestros mares, los residuos viajan; es toda la vida marina la que se preserva de la contaminación de los océanos.
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